Cátedra de Conmemoración por los 22 Preceptos, de Comunicación Espiritual Divina de Nuestro Señor Jesucristo, el Divino Maestro
Canalizado por: Hermana Concepción
Gloria a Dios en las alturas y Paz a los Hombres en la Tierra. Gloria a Dios en las alturas y Paz a los Hombres en esta bendita Tierra amada. Gloria a Dios en las alturas y Paz en la Tierra a los Hombres de buena voluntad.
Bienvenidos sean los que vienen por primera, por segunda y por tercera vez, y los que aposentados sois ya en este Bendito Redil Sacrosanto. Yo les recibo a todos por igual, sin distinción alguna de raza, de credo o color, porque todos sois mis hijos y a todos os amo por igual, a buenos y malos les abro mi Corazón para recibirles de grande manera a aquellas ovejas descarriadas que habéis saltado el cerquillo, pero que volviendo sois a él. Benditos y bienamados sean mis hijos en alba bendita llena de Gracia.
Benditos y bienamados sean los unos y los otros que así mismo sois abriendo de mi corazón y abriendo de mis palmos amados, para recibirles a mis hijos benditos en mi regazo amado, porque no he venido a hacer distinción alguna mis pequeños benditos, pues a todos amo por igual, mis pequeños amados.
Benditos sean, mis amados hijos, en alba primicia del mes de septiembre, del año del hombre dos mil veinte, en la cual mis pequeños amados recordando sois un lustro más en que aquellos Preceptos son escritos y enviados al Haz Terrenal. Más en verdad os digo, mis pequeños benditos, que ninguno de vosotros es así mismo siguiendo el Segundo Mandato, mis pequeños amados. Todos sois hablando el uno del otro, porque ninguno de vosotros sois en la perfección, mas no temas amados míos que no sois el Padre que vengo a castigarlos, no sois así, mis pequeños hijos. Quién de vosotros cumple con el cuarto Mandato, quien así mismo sigue el Séptimo. Quién de vosotros, mis pequeños benditos y bienamados, sois siguiendo uno solo de los Mandatos que escritos sois por la Mano de mi Padre amado. Quién de vosotros es digno, de decir “yo los cumplo al pie de la letra”. Mas benditos sean y perdón entrego a todos y cada uno de vosotros, mis hijos amados.
En verdad os digo mis pequeños benditos, que me vienes poniendo etiquetas y no es bien visto ante tu Jesús amado… porque hoy puedo ser un varón, puedo ser una inocencia o puedo manifestarme como una doncella, como una manceba o como aquel ser incipiente que menos imaginas. Entonces mis pequeños, ¿por qué tiene que estar tu envoltura postrada ante una estatuilla cuando yo puedo manifestar de lo que Yo quiera mis pequeños benditos? Hoy me puedes ver y contemplar con piel negra, y asi mismo te contemplaría en el rechazo; o me pudieses ver en piel blanca y te acercarías a Mí. Pudieras contemplarme andrajoso y darías media vuelta, mis pequeños benditos, dándome de las espaldas, mas así mismo mis pequeños no juzgues la apariencia. Mira y contempla en verdad la escencia mis pequeños amados, no juzgues por lo que ves mis pequeños benditos y bienamados. Abre tu corazón, escucha, analiza, entiende y comprende a mis pequeños amados. Ve en verdad mis hijos benditos y bienamados lo que he traído para vosotros. Mirad y contemplad toda la oscuridad que hay en tu Mundo; recordando seas en verdad lo que Yo te entregué… Yo te entregué aves, peces, reptiles, todo tipo de animales. Yo te entregué de toda especie también, de todos los árboles, con fruto y sin él, florecillas de mil colores, campos verdes y abundantes, aguas limpias, claridad en todo su esplendor, ¿dónde está todo aquello que Yo deposité para vosotros? Hoy contemplo penumbras, fango, basura, pudredumbre, mis pequeños benditos y bienamados; mas aún así te vengo a entregar mi Amor, ¿y tú me juzgas?, eres el juez y me preguntas “por qué no castigas a aquel que roba, a aquel que mata, a aquel que deshace, por qué no eres castigando a aquel que hace mal… ¿por qué permites que toda maldad suceda?”.
Yo te pregunto a ti varones y doncellas: Tienes a aquellos de tus vástagos, elige a uno para que trabulando sea al infierno, y elige a otro para que llegue a la Luz de los Cielos; dime tú a cuál elegirías para un lugar y otro. Uno te cuenta mentiras y saliéndose es del redil, el otro está entre los vicios, a cual de tus pequeños eliges para que vaya a la penumbra ¿y a cuál eliges para que vaya a la Luz? Difícil decisión pequeños benditos porque contemplas a cada uno de tus pequeños y no sabrías a cuál enviar a la oscuridad; pues lo mismo es para Mí, mis pequeños amados… Mira y contempla que tengo aquí al bondadoso, al que todo lo da, al que ama y tengo acá al maleante, al asesino, al malechor, pero a los dos los amo, porque los dos sois mis hijos, uno con error y el otro sin él, pero son ellos forjados a imagen y semejanza con Amor, mis pequeños benditos. Así como existe la Luz, existe la oscuridad, y Yo te postro el Faro Luminoso para que seas guiándote por el camino de la Luz. Más eres tú por tu libre albedrío que eliges el otro camino, y te vas perdiendo mis pequeños amados, pero no puedo castigarte porque te amo en verdad, mis pequeños amados.
Siente dolor mi Corazón, siente tristeza por ver cómo vas perdiéndote –mis pequeños benditos–. Cómo van tomando la mujer que no les pertenece, cómo van tomando inocencias y arrebatándoles la vida; cómo sois arrancando las pertenencias los unos de los otros, cómo sois mis pequeños benditos arrancándoles la vida, cuando no es tiempo aún de que sean arrancados ante Mí, pero sois mis hijos, mis pequeños amados; y tú dices “¿por qué no acudiste a Mí, cuando Yo te llamé?”, en verdad os digo mis pequeños Yo estoy allí, pero es tu propio dolor, tu propia culpa quien no te permite verlo, mis pequeños amados. No me escuchas cuando Yo te pregunto ¿qué deseas de Mí?, mis pequeños benditos, porque estás atrapado y encarcelado en tu propio dolor, en tu propia furia, en tu propia ira y no me escuchas cuando te cuestiono ¿qué necesitas de Mí?, porque no me contemplas cuando te digo: Heme aquí, tómate de mi Mano y sigue adelante conmigo porque te aferras a tu dolor, no ves más allá de ti mismo, mis pequeños benditos; dime entonces qué puedo hacer si me has llamado y he acudido, pero tu propio dolor, tu propio error te viene cegando mis pequeños amados.
Heme aquí ante vosotros, mis pequeños hijos y bienamados; nunca te he hecho a un lado como tu lo has hecho conmigo, me necesitas y ahí estoy, me llamas y voy a ti, estoy aquí, estoy allá y estoy acullá, y tú… ¿dónde estás cuando Yo te llamo? Me gritas, lloras y maldices porque no salen las cosas como tú lo deseas, mis pequeños benditos, y he aquí a tu Jesús amado que solo te pide un instante para estar a la alerta y abrir una sola palabra que llegue al fondo de mi corazón, y cuando deseo que tú hables, sellas de tus labios, cuando quiero que contemples, cierras tus pupilas; cuando quiero que escuches, tapas tus auriculares, y aquí estoy mis pequeños amados… jamás te ha dado de la espalda, y jamás lo haré, como tú tantas veces lo has hecho, mis pequeños amados. Os amo mis pequeños hijos, y ese Amor que Yo traigo para vosotros, quisiera que vosotros lo ofrecieran a vuestros hermanos que se acabaran esos odios, esos rencores, esos malos mirajes, ese mal palabrerío, mis pequeños benditos. Más benditos y alabados sean.
Mas no teman más por aquello que el hombre ha puesto, porque poco a poco lo voy limpiando –mis pequeños amados–, mas no confiados sean y no entren en aglomeraciones, pero sí mis pequeños benditos, pónganse en mis Manos y Yo los guiaré… si tu pisas en el fondo del mar y te hundes es porque no me llamaste, porque si tú me hubieses llamado y confiases en Mí, caminarías hoy como lo hice Yo por encima de las aguas; siempre te lo he dicho… tómate de mis Manos y sigue conmigo. Camina al parejo conmigo y nada te faltará; ten Fe en Mí, y nada padecerás… Pero aún sigues siendo sordo, ciego y mudo, porque presumes de ver, no eres más ciego que aquel que lo es de nacimiento. Tú que presumes de escuchar, ni siquiera sabes analizar el trinar de las aves. Tú que presumes de hablar, no sabes abrir tu gargantilla para elevar una plegaria hacia Mí. Mas así mismo, mis pequeños hijos, te Amo y os perdono.
Pedro bendito… ¿qué puedo esperar de ti?
No temas, varón bendito y bienamado, el perdón Yo te lo entrego, pero no quieras ser juez –varón bendito– y aprende a perdonar, porque así como perdonas recibirás de grande manera y a Manos Llenas. Aún cuando supieses que frente a ti está el asesino de tu hermano, de tu vástago, o de tu progenitor… entrégale el perdón, porque no eres tú el juez, y no eres tú quien castigará porque te castigarás a ti mismo. No temas, varón bendito, porque Yo te contemplo en verdad, sé el Amor que llevas hacia Mí, hacia mi Madre, más así mismo eres humano y vas en el error… y Yo te perdono, Pedro bendito. Tomad y llevad de grande manera, varón amado, más te entrego: Sabiduría, te entrego Don de Palabra y te entrego Paz y Tranquilidad guiando a tu ovejal amado, ¡oh Pedro bendito! Sea mi Voluntad cumplida y no la vuestra. Levanta tu calza y sigue a vuestro Maestro.
Benditos sois, los que así mismo saben en el error en que están y lo afloran. Mas aquel que sabe que arroja la pedrada y esconde la mano, aquel es a quien será juzgado, mis pequeños benditos y bienamados. Nuevamente te digo, no seas tú, no juegues el papel de juez, porque no te corresponde. Tu trabajo, tu papel es otorgar el perdón y sin juzgar, sin malmirar porque no llevas la perfección. Aquel que crea que es perfecto, que hable y que sea juez… Mas si no es así, sella tus labios y ¡quédate en el banquillo esperando y aguardando!
No temas, mis pequeños benditos y bienamados, que tu Jesús Amado no castiga, sois vosotros mismos quién tropieza por su misma piedra que va poniendo en el camino para otros. Sois vosotros que vais cayendo a ese pozo tan profundo que has cavado para que caigan otros. Sois vosotros que se espinan con aquellas plantas que has puesto para lastimar a otros; sois vosotros, mis hijos benditos y bienamados que vais llenándote del fango que has puesto para otros. No te lamentes, sino redímete en verdad. Aprende a perdonar para que seas perdonados. ¿Me habéis escuchado, mis hijos benditos? No temiendo seas, en verdad.
Acercádme de tus aguas, oh Pedro amado. Bendito y alabado seas, oh varón amado. ¡Aguas cristalinas que traídas sois del Río Jordán, limpiadas y desmanchadas han de ser cubiertas por mi Mano Poderosa y postrando una gota de mi preciosa sangre, cual Bálsamo de Sanidad!, aquel que bebiere de ellas, sano y salvo será, más Fe viva en Mí –mis hijos benditos– porque dudas aún cuando tienes el tiempo de conocerme.
Hacedme presente tu botón… Bendito y alabado seas. Limpiando y desmanchando sois –mis hijos benditos y bienamados–, entregando la purificación a todo cuanto a sí mismo toquen estas aguas.
Sois primeramente entregando a vuestra Escala, Símbolo de la Hermandad Espiritual. Sea este rocío entregado a vuestras aguas que convertidas serán en Bálsamo de Sanidad. Sea este rocío derramado a tus antorchas. Sea este rocío derramado a las lejanas y cercanas comarcas, aquellas comarcas que se encuentran en sufrimiento. Sea este rocío derramado a las altas y bajas montañas. Sea este rocío derramado a los mares, lagos y ríos. Sea este rocío derramado a los campesinos que darán fruto a todo aquel que lo necesite. Sea este rocío derramado a las cárceles y presidios donde se encuentran recluidos mis hijos con culpa y sin ella. Sea este rocío derramado a los caminos y caminantes, a aquellos que mis hijos que van trabulando por las calles buscando el sustento en cada instante. Sea derramado este rocío de grande manera a todo ser viviente del Haz Terrenal. Sea este rocío derramado a vuestras monedillas que multiplicadas serán en lo material. Sea este rocío derramado a mis Pedestales, a mi Componencia bendita, al Pueblo amado de Israel, a vuestros hogares, y a quienes habéis dejado en ellos. Sea así cumplida mi Voluntad. ¡Hecho ha sido!
Benditos y alabados sean, oh mis pequeños benditos. Contemplar en verdad, las Maravillas que mi Padre traen para vosotros; no contemples solo la maldad y la oscuridad, sino tus pupilas sean abiertas a contemplar al Astro Rey, a la Lluvia, a las Estrellas. Contempla la claridad de los cielos, mis pequeños benditos. Escucha el trinar de las aves, saborea el sabor de los frutos, llénese de mi Luz tu espíritu, llénese de mi Paz y de Tranquilidad tu envoltura, mis hijos benditos y bienamados. No te lamentes de lo que acontece a vuestro alrededor.
Una vez más os te digo, en vosotros mismos está el cambiar mis pequeños amados. No esperéis a que otros hagan tu labor, inicia por vosotros mismos a entregar el amor, a entregar la Paz y entregar la Caridad. Sé uno mismo, y no un reflejo de los demás. Contémplate en verdad, mis hijos benditos y ama a vuestra envoltura. Ama a vuestra escencia, guíate por el sendero de la Luz y de la Gracia. No temas, corazones de buena voluntad, que aquel que abre vuestro corazón, aquel que me ama en verdad, solamente contemplará mis mravillas. Mas aquel que cierre vuestras pupilas, estará en penumbra, en tinieblas, mis pequeños amados.
Mas Yo os te pregunto, ¿habéis quedado conformes? Benditos sois… que por vuestra conformidad –mis hijos benditos y bienamados–, Yo los colmo de bendiciones. Mirad y contemplad, las grandezas que poseo para vosotros. Mirad y contemplad, mis hijos benditos y bienamados, estas maravillas que traigo para vos… Tomen y lleven del pan, de la Uva, de la Miel, del Jergón; tomad y llevad de las Monedillas que no falten en vuestro hogar y no teman pequeños benditos, que esas portezuelas serán abiertas de par en par, para que encontrar seais la labor material. Sea cumplida mi Voluntad en el Cielo, y en la Tierra y en todo lugar.
Trabulando sois a mi Solio Bendito, no antes sin dejar de mi Bendición amada: Yo que Sois el Padre + Yo que Sois el Hijo + y Yo que Sois la Luz Bendita del Espíritu Santo. Sea mi Luz, mi Paz y mi Tranquilidad con todos y cada uno de vosotros.
(canto: “Adios oh Padre, todos nos vamos…”)